El corazón de México se encuentra descorazonado. Se podría pensar que sigue latiendo de la misma manera que hace cien años. La realidad es que el centro tiene brillo pero no función. Estas heridas le provocan un cierto desequilibrio que puede llegar a un infarto. Esta situación se detecta con que se ponga algo de atención y se alcen los ojos por encima de los aparadores.
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